08 enero 2006

RESEÑA: El Señor de los Anillos (08)

LIBRO I: LA COMUNIDAD DEL ANILLO
SEGUNDA PARTE
3.- MORIA

Llegamos, en mi opinión, a uno de los mejores fragementos del libro (por eso le dedico esta reseña a modo de pequeño homeanje). Durante dos capítulos Tolkien nos presenta un viaje de cuatro días por el interior de la tierra en lo que fuera, en tiempos, la Ciudad de la Mina del Enano.

Del relato contenido en los dos capítulos del libro que tratan el viaje de la Compañía a través de Moria decir que me parece simplemente fantástico. La descripción de las diferentes estancias casi nos permite visualizar un gigantesco mundo subterráneo, más impresionante aún si tenemos en cuenta que sus constructores eran enanos y la historia del lugar que Gandalf les cuenta contribuye aún más a resaltar esa sensación de majestuosidad.

Obvio es decir que, el único realmente encantado de encontrarse en Moria fue Gimli, ya que tenía la esperanza de encontrar allí a su primo Balin (uno de los doce enanos integrantes de la aventura de El Hobbit). Para el resto de integrantes de la Compañía, el viaje no se presentó como la mejor idea.

Como ya dijimos, todos los integrantes de la Compañía conocían oscuras historias sobre dicho lugar así que, tras su forzada entrada a las minas, no les quedó otra que continuar, eso sí, con todos los sentidos alerta y contando con Gandalf como guía y Gimli, secundándolo.

Hablando de sentidos, precisamente en este lugar Frodo descubre un curioso efecto secundario tras su combate en la Cima de los Vientos ya que, por una extraña razón, al no poder ver casi nada debido a la oscuridad, el resto de sus sentidos se agudiza enormemente. Así, descubre unos extraños sonidos que avanzan con ellos durante el trayecto por el interior de la montaña. Inicialmente no le da excesiva importancia, pero como comprueba que los ruidos continúan a medida que ellos avanza, se comienza a preocupar.

Pese a los temores manifestados por todos ellos, hasta el momento el viaje se desarrolla sin sobresaltos; si acaso, debido a una infantil acción de Pippin, descubren asustados que hay alguien más morando en las entrañas de la tierra. Ese descubrimiento, que les hace extremar aún más las precauciones, contribuye a aumentar la sensación de temor latente que impera en los dos capítulos.

Llegando casi al final de su destino, descubren la cámara de guardia, estancia muy próxima a la salida oriental de la mina. En dicha cámara se encuentra el sepulcro de Balin, junto con una breve crónica de la vida de la colonia que intentó restaurar la gloria de Moria. De la lectura de dicho relato se deduce que, efectivamente, allí hay algo más. No es sólo el monstruo de la laguna de la entrada occidental ni los orcos que frecuentemente saquearon el lugar y que, por supuesto, acabaron con el intento de colonización de Moria. Hay una sombra de mal que habita en el lugar, algo terrorífico que ha sido despertado.

En ese preciso momento, los integrantes de la Compañía se encuentran a punto de revivir los últimos momentos de la defensa protagonizada por los enanos no hace tanto tiempo, ya que son prácticamente encerrados en la cámara de guardia por una horda de orcos. Tras una escaramuza con ellos donde Frodo se juega literalmente el tipo (descubriéndose con posterioridad su pequeña « sorpresa »), los integrantes de la Compañía escapan hacia la salida, quedándose Gandalf cubriendo la retaguardia con sus habilidades mágicas.

Cuando Gandalf les da alcance, lo hace muy fatigado. Les explica que, mediante un conjuro, intentó bloquear el paso a sus perseguidores, pero que algo muy poderoso le había hecho frente, dejándolo prácticamente exhausto. Como ya están cerca de la salida, continúan extremando las precauciones y llegan así a la última (o primera, según el lado por el que se entre) defensa de Moria: el puente de Khazad-Dum. Se trata de una muy estrecha pasarela de piedra que cruza en curva un abismo cuya profundidad no se alcanza a observar.

Mientras la Compañía lo atraviesa bajo las flechas de los orcos, aparece una sombra gigantesca en la estancia y un terror sobrenatural invade el lugar. El gran enemigo ha aparecido. Se trata de un Balrog (un demonio del mundo antiguo) al que Gandalf se propone hacer frente con su magia y su espada, pese a su agotamiento. Así, el mago en el puente, y gracias a un conjuro, intenta proteger el paso. Aparentemente lo consigue, llegando incluso a vencer a su oponente en una lucha a espada. En ese momento, Gandalf completa el encantamiento sobre el puente, quebrando su vara y protegiéndolo definitivamente. Precisamente, cuando el Balrog intenta pasar, la pasarela se derrumba y se lleva al demonio al abismo. Pero aún no está todo dicho, ya que, en su caída, el Balrog lanza su látigo de varias colas con el que engancha la pierna de Gandalf, llevándolo con él a las profundidades.

La visión de la caída de Gandalf sumió al resto de integrantes de la Compañía en un estupor que apenas pudo salvar Aragorn, intentando hacerlos correr para escapar de allí. Así, llegaron a la entrada oriental, venciendo la última resistencia de orcos y salieron al exterior, donde prosiguieron rápido viaje para escapar de Moria mientras fuese de día, a fin de evitar a los orcos.

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