14 abril 2006

RESEÑA: El Señor de los Anillos (14)

LIBRO II: LAS DOS TORRES
PRIMERA PARTE
4.- ROHAN

Tras varios días de viaje llegan por fin a Meduseld, encontrándose en primer lugar con la desconfianza de los guardias hacia los visitantes, actitud ciertamente extraña y contradictoria con lo que había sucedido en el pasado. Pero es que ahora corren nuevos aires en el Castillo de Oro, y son otros los que toman las decisiones: una de ellas es la de impedir la entrada al castillo de cualquier persona que porte un arma, con lo que los viajeros han de dejar su arsenal a la entrada.

A Gandalf esa medida también le supuso un problema, ya que hubo de despojarse de su espada, pero no de su bastón (y eso que en manos de un mago... :-D). Una vez desarmados, acceden al Salón del Trono, encontrándose con una imagen del Rey Theoden realmente lamentable: decrépito, abatido,... como un indicativo de lo que estaba ocurriendo en Rohan. Sin embargo, en un nuevo alarde de habilidad, Gandalf es capaz de descubrir lo que realmente sucede cuando en la estancia aparece Grima (apodado Lengua de Serpiente). Él es quien realmente dirige los destinos del Reino, debido al extraño poder que ejerce sobre el Rey, poder del que Gandalf descubre el origen (Isengard) y al que derrota, provocando una inmediata recuperación del Monarca.

Habiéndose producido la recuperación del Rey y vencida la influencia de Isengard a través de Grima, todo vuelve a la normalidad. A Grima se le permite huir hacia donde decida y la dama Eowyn, sobrina del Rey, vuelve a ocuparse de su anciano tío.

Como el Rey se encuentra en mejor disposición de ánimo, entre todos los viajeros lo ponen al tanto de lo que sucede a su alrededor (básicamente, que están a punto de ser rodeados por el enemigo si cae Minas Tirith, ya que el Oeste del territorio está bajo el dominio de Saruman). Esa situación (y su renovado estado de ánimo) determina la decisión del Rey: combatir, para lo cual se dan órdenes para formar un ejército que parta hacia el Oeste, a entablar batalla.

Una vez constituida la fuerza de ataque, abandonan Meduseld, dejando todo en manos de Eowyn, quien lamenta profundamente no poder acudir al combate. Esta caracterísitca dará mucho juego en el futuro. Pensemos que Eowyn es un personaje atormentado por haber vivido rodeada de caballeros y no poder participar en las batallas por estarle destinado otro rol pero, como sobrina (y sirviente) del Rey, acepta su decisión.

A medida que avanzan hacia el Oeste y van recibiendo noticias, las preocupaciones aumentan debido al gigantesco ejército con el que Saruman planea atacarlos. Por eso, Gandalf los abandona en busca de refuerzos (recordemos: cierta hueste de caballeros con los que se encontraron en su momento Aragorn, Legolas y Gimli). Quedando al mando del ejercito Theoden y Aragorn, siguen su camino hacia el Oeste, aunque, finalmente, deciden detenerse en el Abismo de Helm, fortificación construida hace mucho y donde ya se libró otra memorable batalla tiempo atrás. Desde allí planean hacer frente al ejército de Saruman, confiando en las óptimas condiciones defensivas del lugar. En su camino, van recogiendo los restos de las defensas del Folde Oeste, víctimas de los ataques del ejército de Isengard, llegando todos al Abismo de Helm, donde ya se habían refugiado otros habitantes de la Marca.

Esa noche tuvo lugar la primera gran batalla a la que asistieron en directo los protagonistas. Un inmenso ejército de orcos, Uruk-Hai y extraños hombres dispuesto a hacerles frente y exterminarlos, para acabar con cualquier atisbo de los hombres en la retaguardia de Minas Tirith. Como es de suponer, la batalla que se libró fue espectacular, produciéndose, de nuevo, otro de los momentos gloriosos de Gimli, al entablar un particular pique con Legolas respecto del número de enemigos liquidado por cada uno. Hemos de decir que los defensores del Abismo lo pasaron realmente mal, ya que el ejército enemigo era muy numeros y ellos, muy pocos en comparación. Además, sufrieron ataques por varios frentes, consiguiendo destruir las puertas de acceso y, gracias a una artimaña de Saruman, abrir una brecha en el sólido muro exterior, por donde penetraron las huestes enemigas. Esto obligó a un repliegue hacia la última defensa de la fortaleza y allí, estando perdida casi toda esperanza, Theoden y Aragorn deciden organizar una carga a caballo con las escasas fuerzas de las que disponían, aprovechando la llegada del amanecer, que siempre trae nuevas esperanzas.

Dicho y hecho. Precedidos por el estruendo del Cuerno de Helm, se inicia la carga de los Rohirrim, comandados por su Rey acompañado de Aragorn y, como bien habían pronosticado, con el amanecer llegó la esperanza, ya que mientras los Rohirrim cargaban por un lado, por el otro apareció Gandalf al mando de otra hueste de jinetes que se encargó de cortar la huida del ejército enemigo. sin embargo no fue ésta la única sorpresa ya que, sin saber cómo, había aparecido en los alrededores un bosque donde antes nunca lo hubiera. Hacia él se dirigieron los enemigos y de él nunca volvieron a salir.

La batalla había concluido. Había sido dura; hubo muchísimas bajas pero lo importante era que aún quedaban esperanzas para Rohan y para Minas Tirith. Tras las breves explicaciones y comentarios sobre la batalla, tocó abordar un problema mayor: Saruman y su actitud. Para ello, la única salida era dirigirse hacia Isengard para conversar con él y hacia allá se dirigió Gandalf, rogándoles a los demás que le acompañasen. Todos estaban reticentes, pero la determinación de Gandalf y la intriga con la que los dejó al anunciarles sorpresas, acabó por decidirlos a emprender esa ruta.

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